La Especialización en Criminología propone espacios para pensar aquellos lugares de intervención en los cuales poder generar acciones que promuevan una reflexión crítica sobre las estructuras judiciales.
Existen prácticas que proponen modos de conformar un sistema penitenciario desde una perspectiva humana que se aleja de la lógica del mero castigo, y cuyo objetivo es que la persona que cumple la condena sea incluida socialmente.
El pasado 4 de junio se desarrolló la Jornada sobre Ejecución Penal y Políticas Carcelarias, organizada por la Especialización en Criminología. En ese marco, hablamos con Indiana Guereño, directora del Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la APP y docente de la licenciatura en Tratamiento Penitenciario de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
P: ¿Cuál es el lugar que debe ocupar la Universidad en la materialización de un nuevo sistema penitenciario?
I: Para mí es sumamente importante que la Universidad levante la mano y diga “este es un campo en el que yo tengo que intervenir”. Es decir, formar penitenciarios críticos de su propio accionar y de sus propias prácticas. Ellos forman parte de la tradición penitenciaria porque son familiares de gente que ya viene trabajando ahí, y la Universidad los lleva a repensar las prácticas de sus padres, de sus abuelos, de sus tíos. Yo estoy convencida de que formar agentes con conciencia crítica lleva a cambiar las prácticas.
P: ¿Cómo ves la situación del sistema penitenciario dentro de la agenda mediática que trabaja sobre Derechos Humanos?
I: No está presente, y tampoco creo que vaya a estarlo en lo inmediato. Justamente la idea es poner eso en agenda, empezar a debatir las ideas sobre la base de una experiencia exitosa en Uruguay que se llama Punta de Rieles. Se trata de una cárcel de máxima seguridad, pero dentro de ella el personal que trabaja pertenece al Ministerio de Cultura: son trabajadores sociales, hay micro emprendimientos por iniciativa de las propias personas privadas de la libertad, hay incluso familiares que se quedan a dormir en la prisión, los horarios de visita son amplísimos. Es decir, la persona cumple la condena pero con el objetivo de que luego sea incluida socialmente y no desde la lógica del mero castigo como está planteado en Argentina y en otras regiones de Latinoamérica.
En ese marco la formación del personal que va a trabajar luego con personas privadas de la libertad para mí es fundamental. No se puede cambiar lo que no se conoce y si el personal viene con una tradición de “las cosas en la cárcel se hacen así”, eso no se puede cambiar si no incorporan todo este bagaje teórico.
P: ¿Qué incidencia pensás que tiene el imaginario social que se construye sobre el sistema penitenciario al momento de intervenir en las políticas?
I: Muchísima, porque la agenda mediática es lo que va marcando la importancia. Si nosotros creemos que para solucionar la inseguridad tienen que “pudrirse en la cárcel”, para tomar un cliché que todo el mundo repite sin ponerse a pensar lo que eso implica, es muy difícil trasmitirle a una persona que nunca entró en una prisión y nunca se puso a pensar en los términos de lo que significa para el día de mañana. Qué quiero decir con esto: si yo a una persona la tengo privada de la libertad durante “x” cantidad de tiempo, ya degradé a esa persona de forma tal que la destruí, no hice nada para formar ciudadanía.
Ser ciudadano implica tener derechos y obligaciones, y si yo a esa persona la violenté, la degradé, le quité absolutamente todos los derechos que yo digo que tienen, luego qué le puedo exigir. ¿Le puedo exigir que respete mi propia vida cuando yo degradé la suya hasta el momento más indigno? Me parece que no podemos exigirle a esa persona si nosotros mismos como Estado no fuimos capaces de respetárselo. Y también creo que esta manera de pensar cambia a partir de que abrís la prisión a la gente común. Hay un montón de experiencias de víctimas de delitos que cuando ingresan a la prisión ven cómo viven las personas privadas de la libertad y charlan con ellos, su visión comienza a cambiar y dicen “no, no quiero que se pudran en la cárcel, quiero que cuando salgan tengan una oportunidad”, porque en ese tener una oportunidad a mí no me van a vulnerar mis derechos. Además la violencia reproduce violencia, si yo estoy obligando a las personas a vivir en un contexto sumamente violento, luego qué puedo esperar de eso.